14/10/23
"Yo soy Nuestra Señora del Santísimo Rosario". Así se presentó la Virgen María a los tres pastorcitos de Fátima el 13 de mayo de 1917. "Rezad el rosario todos los días", les pidió.
El rosario, que los santos Francisco y Jacinta han rezado con tanto amor por los pecadores, por las almas del purgatorio, por la paz en el mundo, es ciertamente, una oración para todos, una oración que podemos rezar en todas partes y en toda circunstancia. Basta pensar en san Juan Pablo II o en santa Madre Teresa para convencerse de ello.
El Rosario es la liturgia de los pobres, de los que están ocupados, de los niños, de los ancianos. Es la oración de los hijos de Dios, de los hijos de María, de los que quieren vivir al ritmo del corazón inmaculado de María, en mayor intimidad con Ella.
El rosario nos permite vivir todas las etapas de nuestra vida, todas las circunstancias alegres o dolorosas, los momentos de lucha o de victoria, con María, bajo su protección, bajo su mirada maternal. Cada misterio del rosario es para nosotros una oportunidad de participar a la gracia de la Virgen María. Es un medio privilegiado que es tan querido por la Iglesia y que nos permite configurarnuestro corazón al de María.
Pero, ¿cómo se rezael rosario?
Amando a María, descubriendo su mirada puesta en Cristo en todos los misterios que nos son propuestos, contemplando a María, es decir, viviendo su misterio. María es nuestra Madre y la causa de nuestra Alegría. Por Ella Cristo fue dado al mundo para salvarnos y también a través de Ella podemos presentar nuestras oraciones y nuestro corazón a Jesús.
Podemos rezar el rosario como una santa devoción o meditando los misterios. Esto ya es un comienzo. Pero podemos entrar más profundamente en el corazón de María rezando el rosario desde el interior, de un modo más contemplativo. Sobre todo, se trata de permanecer en presencia de María, de hacer nuestro su amor por Jesús.
La oración contemplativa del Rosario es una fuente de silencio interior. Nos ayuda a luchar contra la imaginación, nos purifica de ello y suscita en nosotros un silencio divino. Nos hace acoger a la maternidad divina de María, que nos envuelve, nos sostiene, nos pacifica, nos fortalece, nos devuelve la esperanzay nos hace entrar en una verdadera oración del corazón. María se entrega a nosotros, nos marca con su presencia.
Rezar los misterios del Rosario es recibir la presencia de María. Y esta presencia de la Inmaculada nos conduce en la alegría, en la luz, en la victoria del amor sobre el sufrimiento, en el amor victorioso.
Entonces, ¿no podemos atrevernos a decir que el Rosario es el Testamento de María para nosotros, para sus hijos? De este modo tan sencillo Ella se entrega a nosotros. ¿Acaso no desea que nuestra vida sea transformada en la suya?