Que nuestro corazón sea todo de Dios, todo en Dios, todo para Dios... Sólo Él.

San Carlos de Foucauld

¿Cómo discernir una vocación?


La vocación es una llamada de Cristo a consagrarse totalmente a Él y a entregarle toda nuestra vida. Se discierne en la oración, pidiendo consejo a una persona consagrada y cercana a Dios, y mediante el contacto personal con una comunidad. Dios quiere nuestra felicidad. Cristo espera de nosotros una respuesta libre y personal.
Él nunca forzará nuestra libertad, así que no tengas miedo de tomarte el tiempo necesario para discernir cuál es su voluntad para ti."Venid y veréis" son las palabras de Cristo a los primeros discípulos que le preguntaron: "Maestro, ¿dónde vives?”
El discernimiento de la vocación es un camino que implica varias etapas: aprender a conocer a Cristo, aprender a conocerse a sí misma, conocer la comunidad de hermanas y su carisma propio. Este proceso se lleva a cabo a través de contactos regulares y frecuentes encuentros con las hermanas.

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¿Qué es una vocación?

San Juan Pablo II – 6 de enero de 1979 (Mensaje a los jóvenes.)

“Desde los tiempos de la primera proclamación del Evangelio hasta nuestros días, un grandísimo número de hombres y mujeres han dado su respuesta personal, su libre y consciente respuesta a Cristo que llama.
Han elegido el sacerdocio, la vida religiosa, la vida misionera, como objetivo ideal de su existencia. Han servido al Pueblo de Dios y a la humanidad con fe, con inteligencia, con valentía, con amor. Ha llegado vuestra hora. Os toca a vosotros responder.


Si hoy os hablo de consagración total a Dios en el sacerdocio, en la vida religiosa y en la vida misionera, es porque Cristo llama a muchos de entre vosotros a esta extraordinaria aventura. Él necesita, quiere tener necesidad de vuestras personas, de vuestra inteligencia, de vuestras energías, de vuestra fe, de vuestro amor y de vuestra santidad.

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Os digo que el amor vence cualquier dificultad. La verdadera respuesta a cada vocación es obra de amor. La respuesta a la vocación sacerdotal, religiosa, misionera, puede surgir solamente de un profundo amor a Cristo. Esta fuerza de amor os la ofrece Él mismo, como don que se añade al don de su llamada y hace posible vuestra respuesta.
Tened confianza en “Aquel que es poderoso para hacer que copiosamente abundemos más de lo que pedimos o pensamos” (Ef 3, 20). Y, si podéis, dad vuestra vida con alegría, sin miedo, a Él, que antes dio la suya por vosotros.”

Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna.

Juan 6