10/8/23
En 1950, bajo el pontificado de Pío XII, la Iglesia proclamó la gloria de María en alma y cuerpo: "la Virgen Inmaculada, preservada por Dios de todos los efectos del pecado original, una vez cumplido el curso de su vida terrena, fue elevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo, y exaltada por el Señor como reina del universo, para ser más plenamente conforme a su Hijo, Señor de los Señores, victorioso sobre el pecado y la muerte".
El misterio que celebramos cada año el 15 de agosto, en el corazón del año litúrgico, no es un misterio lejano, es para nosotros. María es nuestra madre, y todo lo que ella vive nos lo da para que nosotros lo vivamos. Una madre lo da todo a sus hijos.
María es una persona, una criatura como nosotros, y está muy cerca de nosotros. Está ahí siempre que la llamamos. Ella nos ayuda a vivir el misterio de la fe, a creer sin ver, nos ayuda a rezar con la certeza de que el Padre nos escucha. María nos conduce asu Hijo amado, Jesús.
Ella nos conduce al misterio de la Eucaristía, para que podamos tocar y experimentar la presencia de Jesús, que se entrega por completo. Ella vivió en la fe toda su vida, adhiriéndose a las palabras de Cristo, acogió en ella al Verbo y creyó en el misterio de la Resurrección.
Este misterio de la Asunción que ella vivió nos renueva en nuestra fe, y sobre todo en nuestra esperanza. María mira en nosotros primeramente este crecimiento en la fe, la esperanza y el amor. En esta etapa de la vida de la Iglesia, necesitamos creceren nuestra esperanza, y María viene a ayudarnos como una madre.
Nuestra madre está en el cielo en alma y cuerpo, y este misterio es para nosotros: estamos hechos para ver a Dios cara a cara, para resucitar en alma y cuerpo. María ya lo está viviendo, para conducirnos a ello. Esta victoria del amor sobre el pecado y la muerte es para nosotros, y podemos vivir la ahora en la esperanza, en nuestravida cotidiana. María nos lleva de la mano en este camino hacia el Cielo.
María nos mira y nos ama, nos dice que avancemos, y nos pide que vayamos cada vez más lejos en el amor, en la fe, en la esperanza, sin detenernos nunca.