19/9/24
Uno de los frutos de la doctrina de la Iglesia como comunión en estos últimos años ha sido la toma de conciencia de que sus diversos miembros pueden y deben aunar esfuerzos, en actitud de colaboración e intercambio de dones, con el fin de participar más eficazmente en la misión eclesial. De este modo se contribuye a presentar una imagen más articulada y completa de la Iglesia, a la vez que resulta más fácil dar respuestas a los grandes retos de nuestro tiempo con la aportación coral de los diferentes dones.
... Debido a las nuevas situaciones, no pocos Institutos han llegado a la convicción de que su carisma puede ser compartido con los laicos. Estos son invitados por tanto a participar de manera más intensa en la espiritualidad y en la misión del Instituto mismo. En continuidad con las experiencias históricas de las diversas Órdenes seculares o Terceras Órdenes, se puede decir que se ha comenzado un nuevo capítulo, rico de esperanzas, en la historia de las relaciones entre las personas consagradas y el laicado. Vita Consecrata §54
15 de agosto de 2023 – solemnidad de la Asunción de la Virgen María – fui acogida en la comunidad de María Stella Matutina. Arrodilladla ante el Santísimo Sacramento, pronuncié mi consagración rodeada de las hermanas. A partir de ese momento, me convertí en oblata de esta maravillosa familia.
La consagración fue sencilla, lo que la hizo muy fuerte. En particular, el escuchar las palabras de las hermanas sin quitar la miraba de Jesús. Él estaba tan cerca. Mientras, las hermanas acompañaban con sus cantos este momento tan íntimo. El Cielo parecía estar por un instante en la tierra.
Me hice oblata pues me parecía que Dios me llamaba a esto. Él me invitó. Lo he discernido en la oración durante un tiempo y, finalmente, tomé la decisión de decir 'sí'. Para decir la verdad, no sabía aun lo que significaría mi "sí", pero confiaba que Dios me lo mostraría. Es esto lo que pasó el día siguiente.
A las 15:00 horas, estaba sentada, sola, en la capilla, rezando el rosario de la misericordia. Aprovechaba de estar a solas con Dios en silencio.
Después de rezar, algo precioso ha sucedido dentro de mí. He tomado conciencia de una manera muy fuerte de que Dios es quien me había creado “verdaderamente”, que cada día me creaba de nuevo, que yo era "verdaderamente" su hija, que Él me amaba "verdaderamente”, que estaba "verdaderamente" presente y me veía. La conciencia de esto me conmovió y las lágrimas brotaban de mis ojos. Agradecí a Dios por descubrirme esta verdad.
Un poco más tarde, ese mismo día, una hermana me ha comentado eso era que había podido tomar conciencia de lo que es adorar a Dios. Es decir, lo que es ponerse en presencia de Dios. Esta experiencia me hizo ver lo que Dios exigía ahora de mí como oblata. Así como las hermanas están llamadas a la oración contemplativa y a la adoración de Dios, yo también lo estoy como laica. De manera diferente, claro, de manera que esto se adapte a mi vida diaria (profesional). Junto a la hermana, comencé a buscar la manera más adecuada.
Además, una de mis amigas pasó al convento de manera inesperada. Decidió quedarse a dormir en el último momento y me invitó a quedar con ella. Por una parte, era algo bonito esta invitación, pero por otra me apetecía permanecer en silencio. A pesar de todo, la acogí y tuvimos una conversación increíble. Finalmente he comprendido que había estado bien haber dejado de lado mis planes y aceptar de la parte de Dios esta llamada a vivir la caridad fraterna.
Cuando miro hacia atrás, estaba inconscientemente comprometida con la misión de las hermanas: la búsqueda de la verdad, una vida de oración contemplativa y su fruto: la caridad fraterna. Realmente me gusta mucho esta misión. Por mi consagración, intento vivir ahora conscientemente la misión de las hermanas en mi vida diaria como laica. Eso tiene altibajos. Sin embargo, trato de permanecer sobre el camino con Dios abierta a Su Voluntad y Gracia.